Si hace un año nos hubieran dicho que este 2020 iba a ser como está siendo, no nos lo hubiéramos creído. Este año está siendo la demostración práctica de que los imprevistos ocurren cuando menos te lo esperas y de que la Ley de Murphy se cumple: si hay alguna posibilidad de que algo vaya mal, tarde o temprano irá mal. Las epidemias son como los terremotos, los impactos de meteoritos o las erupciones volcánicas, por poner algunos ejemplos. Es decir, cosas que sabíamos que pasarían en algún momento porque ya han pasado antes, pero que tienen un periodo de retorno superior a la duración de una vida humana, por lo que su memoria viva se pierde y se convierten en “acontecimientos remotos” que pensamos que no nos tocará vivir. No hay mejor vacuna contra las catástrofes (guerras incluidas) que el recuerdo de quienes las vivieron en primera persona y pueden advertirnos de las consecuencias.
En este tiempo de pandemia y confinamiento muchas personas han redescubierto su hogar. Nuestra casa ya no es sólo un lugar confortable donde dormimos, comemos o nos tumbamos en el sofá a ver series. En este sentido, ha recuperado su esencia más primitiva: nuestro hogar es nuestro refugio, el lugar que nos protege de los acontecimientos adversos del exterior y, por tanto, el principal bien que debemos proteger. Se ha convertido en un entorno seguro si tomamos unas mínimas precauciones.
Queremos destacar la importancia del seguro de hogar como una herramienta imprescindible para que nuestra casa siga siendo un espacio confortable y seguro. Incluso durante los meses más duros de confinamiento estricto en el sector del seguro hemos seguido trabajando y atendiendo todas las incidencias (en la jerga del sector los llamamos “siniestros”) que han ocurrido en los hogares. Hemos atendido los accidentes domésticos, reparado averías, solucionado problemas y, en definitiva, proporcionado tranquilidad a nuestros asegurados cuando más la han necesitado. Y lo seguiremos haciendo pase lo que pase, porque esa es nuestra función principal.
Seguro de hogar: sí, pero no de cualquier manera
Hay una expresión gallega que define muy bien cómo planteamos el aseguramiento de una vivienda desde AyF Correduría: sentidiño. El mejor seguro de hogar no es ni el más caro ni el más barato, sino el que proporciona las coberturas necesarias para quienes habitan en esa vivienda. No es lo mismo un piso que una casa aislada, ni que en el hogar habiten dos personas que cinco. También influyen factores como la edad de las personas que conviven, si hay niños o personas mayores en casa o la propia edad de la vivienda. Dado que no hay dos familias iguales, sus seguros de hogar tampoco deben ser iguales. El precio es un factor que siempre debemos tener presente, pero no es ni de lejos el único importante.
La publicidad de seguros nos habla continuamente de precio, precio y precio. Pero los profesionales de las corredurías, que llevamos décadas trabajando con distintas compañías aseguradoras, sabemos que lo importante son las condiciones del contrato. Ese es uno de los puntos clave donde aportamos valor: conocemos a las compañías, sabemos el servicio que prestan y podemos interpretar las claúsulas de un contrato de seguro, que en muchos casos están escritas en un complejo lenguaje jurídico que resulta casi indescifrable para alguien que no sea experto.
Partamos de algo obvio pero que a veces se nos olvida: nadie regala nada. Un seguro muy barato es algo que que hay que mirar con lupa, ya que es muy frecuente que ese precio tan económico se deba a unas coberturas que pueden no ser adecuadas para cubrir las necesidades básicas de un hogar. Nos adentramos así en el pantanoso terreno del infraseguro, que no es más que un seguro cuyos capitales de indemnización asegurados no cubren el valor de la vivienda y su contenido. Algo que, en caso de necesidad, puede costarnos muy caro.
Por eso insistimos tanto en que la contratación de un seguro de hogar no debe tomarse a la ligera. Es necesario ponerse en manos de especialistas que conozcan el mercado asegurador y sepan evaluar los riesgos y necesidades de cobertura en función de las características de la vivienda y de quienes la habitan. Sólo así podremos estar tranquilos en casa sabiendo que los imprevistos están cubiertos y nuestro hogar protegido.
Ya, pero el seguro de hogar no cubre los riesgos extraordinarios
Esto sólo es cierto a medias. Efectivamente, las compañías aseguradoras tienen cláusulas de exclusión de coberturas en caso de catástrofes naturales, guerras, atentados terroristas y otras causas que podríamos definir como “de fuerza mayor”. Pero eso no significa que tu hogar quede desprotegido en caso de grandes temporales, inundaciones o un terremoto. Para eso existe el Consorcio de Compensación de Seguros (CCS), una entidad pública que se nutre de una pequeña aportación que todos pagamos en nuestros recibos de seguro (suele figurar como “cuota consorcio” o “cuota CCS”) y que cuenta con el respaldo del Estado. El CCS es quien fija y abona las indemnizaciones en caso de grandes catástrofes a las que las compañías aseguradoras no pueden hacer frente pero, y este es el matiz importante, sólo si los bienes afectados estaban cubiertos por un seguro. Es decir, si tu casa no está asegurada y hay un fenómeno meteorológico extremo que le ocasiona daños, el CCS no se hará cargo y tendrás que correr tú con los costes de reparación de forma íntegra.
Cuando hablamos de seguro de hogar estamos hablando de protección, refugio y tranquilidad. Aunque parezcan sencillos, son asuntos realmente importantes y que tienen bastante complejidad, por lo que el asesoramiento profesional de una correduría de seguros se convierte en la mejor opción. No estamos casados con nadie, no nos debemos a nadie más que a nuestros clientes y buscamos siempre la mejor opción para sus necesidades, sin olvidar el equilibrio entre coste de la prima del seguro y coberturas garantizadas.
Si crees que tu seguro de hogar no cumple con tus expectativas o quieres asegurar tu vivienda por primera vez, habla con nosotros. Te ayudaremos a encontrar la tranquilidad que buscas al precio justo.