Alba Aguión:
Objetivo ANTÁRTIDA

La inteligencia de los animales

11 Octubre 2021

Alba Aguión

Durante muchos años la ciencia consideró que los animales carecían de inteligencia. Se creía que resolver problemas, fabricar herramientas o consolar al prójimo eran destrezas reservadas para el ser humano. Sin embargo, la publicación del “Origen de las especies” de Darwin despertó el interés de entender y comparar la inteligencia animal con la humana. Tras casi un siglo de estudios científicos sobre el tema, hoy sabemos que animales como los cuervos fabrican herramientas, otros como las hormigas son capaces de encontrar la ruta más corta para conseguir comida y otros como las ovejas tienen una gran memoria, pudiendo reconocer y recordar hasta 50 caras.

Sin embargo, aunque presente en todos (o la gran mayoría) de animales, la inteligencia no es un proceso único. A modo de bloque de plastilina, la inteligencia cuenta con una asombrosa capacidad para adquirir multitud de formas; tan dispares entre sí que muchos autores coinciden en señalar que es mejor hablar de inteligencias, en plural. Algunas de estas destrezas se encuentran ampliamente distribuidas en los animales mientras que otras están restringidas a un menor número de especies.

Figura 1: Foto del cuervo de Nueva Caledonia (Corvus moneduloides), un animal que no solo es capaz de usar herramientas, sino de crearlas para darles una determinada forma que le permita extraer alimento de grietas o agujeros. La otra imagen pertenece al estudio publicado en Natura “Sheeps don´t forget a face”, en donde se muestra que las ovejas, como los humanos, reconocen y se sienten atraídas a otras ovejas por sus caras. Estos animales son capaces de reconocer hasta 50 caras, que pueden recordar hasta 2 años. Échale un ojo aquí al estudio.

“¿Quién es más inteligente: el cuervo, la hormiga o la oveja?” preguntan a menudo los rankings de revistas o televisión. Para responder a la pregunta dichos reportajes acostumbran a enumerar las habilidades mentales de cada animal, eligiendo como el más inteligente aquel que posee un mayor número de ellas o alguna extraordinariamente desarrollada. “Los cuervos están en la primera posición de la lista” puede que nos indique el reportaje. Al fin y al cabo algunas especies de este grupo son los únicos animales no humanos conocidos capaces de fabricar herramientas con forma de gancho; importante avance en nuestras sociedades para lograr mejoras en la pesca y que no se documentó hasta el Paleolítico Inferior.

Esta respuesta, en principio convincente, conlleva una comparación entre animales que ignora el rasgo más definitorio de la inteligencia: el mundo en el que el animal vive. Y es que cuervos, hormigas y ovejas hacen frente a una lucha por sobrevivir en entornos muy dispares que premiarán estrategias mentales diferentes. Como manos que moldean plastilina, los mundos de estos animales le han dado forma a su inteligencia para que los individuos cuenten con lo necesario para hacer frente a su mundo. Su inteligencia no puede por tanto entenderse sin él.

Los investigadores Banks y Flora realizaron un estudio a finales de 1970 en donde les pedían a estudiantes universitarios que enumeraran en orden de inteligencia los siguientes animales: perro, pez, simio, gato y gallina; pidiéndoles que calificaran del 1 al 10 la inteligencia de cada uno. En sus resultados los simios fueron considerados los más inteligentes, con una puntuación de un 9,2 mientras que los peces quedaron en último lugar con un triste 1,7. Los perros obtuvieron un 7,4, seguidos de gatos con un 6,6 y gallinas con un 3,4. Estos prejuicios que tenemos sobre la inteligencia de los diferentes animales no siempre son correctos. Te lo voy a demostrar con un ejemplo.

Imagínate al salir del gimnasio, agotado, sudoroso y tremendamente hambriento. Llegas a casa y encima de la mesa hay dos platos con tu comida favorita. Uno es blanco y el otro rojo. Empiezas a comer de uno de ellos, el que tú decidas, y al cabo de un tiempo el rojo desaparece. Al día siguiente ocurre exactamente lo mismo. Y al siguiente del siguiente también. Independientemente del plato por el que empieces, al poco tiempo de empezar a cenar el rojo siempre desaparece. El cuarto día ¿Por qué plato crees que empezarás a comer? ¿Blanco o rojo? Teniendo en cuenta que el blanco no es retirado en ningún momento y que dispondrás de tiempo para comértelo cuando quieras, espero que estés de acuerdo conmigo en que la mejor idea para maximizar tu cena es la de empezar por el rojo. Científicos de Estados Unidos, Suiza y Australia se preguntaron en el 2009 qué pasaría si sometiesen a diferentes animales a dicha prueba, ¿Serían capaces de aprender la mejor estrategia?

Decidieron realizar las pruebas con chimpancés, orangutanes y monos capuchinos utilizando fruta y cereales. También las realizaron con los peces usando como cena puré de gambas. En concreto, utilizaron para el experimento una especie de pez limpiador muy común en arrecifes de coral y acuarios de dentista. Su nombre científico es Labroides dimidiatus.

Figura 2: Fotos de los animales usados en el estudio científico (chimpancé, orangután, mono capuchino y pez limpiador) que comparó las habilidades cognitivas de cada primates y peces para escoger la mejor opción entre dos.

Los resultados de la investigación probablemente te sorprendan: El experimento concluyó que los peces limpiadores adultos necesitaron una media de 45 pruebas para aprender que la mejor estrategia para maximizar su cena era la de empezar por el plato rojo, mientras que solo dos de los cuatro chimpancés lo resolvieron en menos de 100 intentos, y ninguno de los monos capuchinos u orangutanes lograron pasar el examen.

Ahora viene la gran pregunta, ¿Cómo explican los investigadores semejante diferencia en la capacidad para aprender dicha tarea entre peces limpiadores y primates? La respuesta parece estar en el entorno en el que cada animal vive.

Figura 3: Resultados del estudio en donde cada punto del gráfico representa a un individuo sobre el que se realizó la prueba. El eje horizontal indica si el individuo es un pez limpiador (adulto o juvenil) o un primate. En el eje vertical el número de veces que hubo que repetir el experimento hasta que el animal aprendió cuál de las dos era la mejor opción. Puedes ver el estudio original aquí.

Los peces limpiadores son animales conocidos por alimentarse de los parásitos y mucus de la piel de otros peces. Acostumbran a formar estaciones de limpieza que otros peces de arrecife visitan para asearse. En sus estaciones tienen clientes regulares, es decir, vecinos del arrecife que los visitan con regularidad, y clientes que están de paso. Los clientes que están de paso acostumbran a recibir un servicio más rápido, ya que suelen ser impacientes y si no los atienden inmediatamente viajarán a otra estación de limpieza del arrecife. Los vecinos residentes no tienen otra alternativa a esperar ya que no se aventuran fuera de su vecindario. Así, alguna de la comida de los peces limpiadores puede marcharse en cualquier momento, por lo que éstos han desarrollado la capacidad de detectar cuál aprendiendo a diferenciar a los clientes de paso y a los residentes. De este modo maximizan sus comidas al empezar a alimentarse de los peces que son impacientes y urge satisfacer antes de que pongan rumbo a otra estación de limpieza. Los primates desde luego no se enfrentan a este desafío; fruta y cereales no escapan.

La capacidad que los peces limpiadores han desarrollado por las presiones de su mundo para reconocer la comida que va y viene parece ser la explicación más lógica para los resultados de este estudio. La diferente actuación observada entre peces adultos y juveniles parece indicar además que es una habilidad que los animales aprenden a lo largo de su vida.

Visto lo visto, el 9,2 que los estudiantes universitarios asignaron a la inteligencia de los primates frente al pobre 1,7 que recibieron los peces no siempre es justo. Cada animal posee lo que necesita para enfrentarse a su mundo, y sus habilidades van de la mano del entorno al que se enfrentaban. Y es que como dijo Darwin en la lucha por la supervivencia no sobrevive ni el animal más inteligente ni el animal más fuerte, sino el que mejor se adapta al medio.

Referencias

Banks, W.P. and Flora, J. (1977) Semantic and perceptual processes in symbolic comparisons. Journal of Experimental Psychology: Human perception and Performance. 3. pp. 278-290.

Barbara C. Klump, Shoko Sugasawa, James J. H. St Clair and Christian Rutz (2015) Hook tool manufacture in New Caledonian crows: behavioural variation and the influence of raw materials. BMC Biology.

Campos, J.J. (2004) La evolución de la inteligencia. En Miscelánea homenaje a Emiliano Aguirre. Vol. III Paleoantropología. Eds. E: Baquedano, S. Rubio Jara. Pp. 102-119.

Frans de Waal (2016) ¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales? Tusquets Editores

Keith M. Kendrick, Ana P. da Costa1, Andrea E. Leigh, Michael R. Hinton & Jon W. Peirce (2001) Sheep don´t forget a face. Nature 414. 165-166.

Salwiczek, L.H., Pretot, L., Demarta, L., Proctor, D., Essler, J., Pinto, A., Wismer, S., Stoinski, T., Brosnan, S.F., and Bshary, R. (2012) Adult Cleaner Wrasse Outperform Capuchin Monkeys, Chimpanzees and Orang-utans in a Complex Foraging Task Derived from Cleaner – Client Reef Fish Cooperation. Plos ONE. 7(11).