Desde que hace unos días la OMS decretase la alerta sanitaria mundial por la nueva epidemia del coronavirus COVID-19 surgida a finales de 2019 en la ciudad china de Wuhan, el nivel de preocupación de la población en todo el mundo se ha ido incrementando conforme la cantidad de personas afectadas por el virus ha ido creciendo y extendiéndose por otros países. El nuevo brote surgido en varias provincias del norte de Italia ha puesto en guardia a todos los países de la UE, donde hasta ahora el número de casos era muy reducido y se mantenía bajo control. Por eso creemos que es importante hablar hoy del coronavirus COVID-19 y los seguros, especialmente los de salud.
COVID-19: Alarma, no alarmismo
El principal motivo de preocupación del coronavirus COVID-19 es que es un virus nuevo, producto de una mutación de un virus ya existente en animales y que ha saltado a los seres humanos, lo que se conoce por zoonosis. Esto no es nada extraño, ya que una parte muy importante de las enfermedades causadas por virus tienen su origen en animales. La gripe común es un buen ejemplo de ello.
Los coronavirus son una familia muy amplia de virus que causan enfermedades en seres humanos, animales e incluso plantas. Son bien conocidos por los virólogos y muchos de ellos circulan habitualmente entre la población humana. De las decenas de virus distintos que causan un resfriado común, cuatro de ellos son coronavirus, sin ir más lejos. Las pasadas epidemias de SARS en China y el sureste de Asia y el MERS en Oriente Medio también fueron causadas por dos tipos de coronavirus, en estos casos con tasas de gravedad y mortalidad mucho mayores que la presente epidemia del coronavirus COVID-19.
Cualquier virus nuevo se convierte en un problema de salud pública. En primer lugar, porque es la obligación de los servicios de salud evitar, si es posible, que enfermedades nuevas se extiendan. Cualquier infección respiratoria puede complicarse si afecta a personas cuya salud ya está deteriorada (como muchas personas mayores) por alguna otra dolencia preexistente o crónica, complicaciones que pueden resultar mortales. La gripe común, según datos oficiales del Sistema de Vigilancia de la Gripe en España, causó más de 35.000 ingresos hospitalarios en la pasada temporada 2018-2019, de los que el 17,5% fallecieron, lo que sitúa la tasa de mortalidad de la gripe en el entorno del 2% (algo que varía según la cepa de virus de la gripe que circula cada año), teniendo en cuenta que la inmensa mayoría de casos no requirieron ingreso y se curaron por sí mismos.
En el caso del coronavirus COVID-19, los datos preliminares indican que su tasa de mortalidad puede estar en niveles similares o ligeramente superiores a los de la gripe, mientras que su capacidad de contagio es algo superior. Hay que tener en cuenta que las cifras de personas diagnosticadas, tanto en China como en el resto de países, se refieren a aquellas que han acudido a los servicios de salud por encontrarse mal. Se desconoce cuántas personas más pueden haberse contagiado con el virus y haber tenido una enfermedad leve o incluso asintomática, pero los expertos en epidemiología aventuran que pueden ser muchas más de las que dicen las cifras oficiales.
¿Estamos, pues, ante un apocalipsis vírico? La ciencia nos dice que no. Entonces, ¿por qué se adoptan medidas tan restrictivas de confinamiento y cuarentena? Sencillamente, porque si el coronavirus COVID-19 se convierte en una pandemia global, la tasa de mortalidad será distinta en función de la calidad del sistema sanitario de cada país. Lo que en países ricos como el nuestro puede ser comparable a una epidemia de gripe, en países con sistemas sanitarios más débiles puede cobrarse muchas más vidas. Además, una epidemia supone una sobrecarga de los sistemas de salud, algo que también tiene un elevadísimo coste económico. Todo ello sin contar las consecuencias para la economía de las bajas laborales, por poner algunos ejemplos de por qué es necesario atajar la enfermedad y contener la expansión del virus si es posible. Ya tenemos una gripe anual que supone elevados costes y ningún país quiere tener dos.
Dicho todo esto, no hay ningún motivo para el alarmismo ni el pánico. Todo indica que no estamos ante una enfermedad con altas tasas de mortalidad. No es el ébola. El COVID-19 causa una infección respiratoria y, si es que acaba generalizándose, tendremos que pasarla.
¿Cómo actúan los seguros ante el coronavirus COVID-19?
a) Seguros de viaje
Es importante revisar muy bien las condiciones y coberturas de la póliza de seguro de viaje que hemos contratado o pensamos contratar. En muchos casos, cuando existe una recomendación de las autoridades (en el caso español, del Ministerio de Asuntos Exteriores) que indica que no se debe viajar a una zona o país concreto, como es el caso actual con China o Irán, es muy posible que las compañías aseguradoras no cubran los riesgos derivados de ese viaje o de su posible cancelación. Además, si se da un brote epidémico mientras viajamos a una zona sobre la que no había restricciones, puede que las autoridades sanitarias locales impongan medidas obligatorias de atención sanitaria que no permitan al usuario del seguro de salud hacer uso de los servicios que tiene contratados.
b) Seguros de salud
Ante una epidemia declarada, las compañías aseguradoras incluyen, de una u otra forma, cláusulas de exclusión de esta cobertura. De nuevo debemos examinar las condiciones de la póliza que tenemos contratada. En la epidemia de gripe A de hace unos años, las aseguradoras sí se hicieron cargo de los casos leves como una acción de responsabilidad social (no porque estuvieran obligadas a hacerlo) derivando los casos graves a la sanidad pública.
Hay que tener en cuenta que las autoridades sanitarias pueden designar centros hospitalarios de referencia para la atención de todos los casos sospechosos de coronavirus COVID-19, existiendo la obligación por parte de todo el sistema sanitario, tanto público como privado, de atender esa designación y derivar todos los casos a esos centros específicos. En caso de epidemia, la autoridad sanitaria tiene la potestad de imponer medidas obligatorias, tanto en la prevención como en la atención y tratamiento. Estas medidas tienen un rango superior al de los contratos de seguro.
En cualquier caso, queremos reiterar que no hay ningún motivo fundamentado para el alarmismo. No estamos, ni mucho menos, ante un brote de una enfermedad con una alta tasa de mortalidad. La inmensa mayoría de las personas ingresadas en los hospitales en China se están recuperando, y son muchos más los casos de curación constatada que los de fallecimientos. Todas estas medidas de precaución están encaminadas a impedir que el coronavirus COVID-19 se extienda. Tenemos la suerte de vivir en un país con un robusto sistema sanitario, tanto público como privado, perfectamente preparado para hacer frente a la eventualidad de una epidemia que, en caso de darse, no hay lugar a dudas de que no será mucho peor que las epidemias actuales de gripe.